Por: Melvin Cantarell Gamboa
“Vocación… es el fondo insobornable que hay en nosotros”
José Ortega y Gasset
Circunstancia y vocación
“La ética…contiene todas las opiniones sobre los actos, los individuos y las cosas buenas y malas” Pierre Hadot
¿Qué es la ética?
“Una moralidad contraria a una ética de la inteligencia es aquella que ve en la moralidad una dominación ejercida sin cesar en grande y pequeña escala que no glorifica las pulsiones de bondad, de piedad y benevolencia. Las defensas morales solo subsisten en épocas en que la razón está sujeta”
- Nietzsche. El viajero
¡Qué se vayan todos! Gritaban el 19 de diciembre de 2001 los argentinos frente a la Suprema Corte de Justicia en Buenos Aires, en una manifestación que terminaría al día siguiente con una cruenta represión en la Plaza de mayo. La consigna estaba dirigida a los políticos en el poder y a los miembros del Poder Judicial en particular. Ministros, magistrados y jueces eran acusados de provocar la más grave crisis de justicia en la historia de Argentina. El pueblo había perdido la confianza en la justicia debido a que la institución que debiera ocuparse de la resolución de los conflictos, apegada a los ordenamientos jurídicos que dicta la Constitución, estaba en desgracia por el oscuro origen de su financiamiento y se acusaba a los integrantes del Poder Judicial de corruptos.
En México vivimos un episodio parecido, sin que la ciudadanía salga aun a las calles; encuestas públicas muestran que el 92 % de los mexicanos está de acuerdo que el pueblo elija a los juzgadores y que los actuales deben ser destituidos por considerarlos corruptos y dejen de dañar la justicia. La propuesta ha dado lugar a que jueces, ministros y magistrados del Poder Judicial expresen su postura y hagan su propia defensa con entera libertad. La mayoría insiste y coincide en una posición: cómo hacer a un lado, sin más, la experiencia de los jueces actuales sobre la técnica jurídica y el conocimiento de la ley para sentenciar y sancionar sobre los delitos, dónde encontrar profesionales en derecho que los substituyan a través de una simple elección. Creer en tales argumentos es reducir el problema a una cuestión de abogados, cuando este no es el asunto esencial, lo que está a discusión es la corrupción del Poder Judicial, la inmoralidad y ausencia de ética de los juzgadores.
Es más, incluso quienes impulsan la reforma se equivocarían si redujeran el asunto a la simple elección de nuevos jueces. El primero y más grande error de este enfoque es poner en discusión la forma y no el fondo del problema. Antes de decidir cómo escoger a un funcionario público administrador de justicia, el sentido común obliga a hacernos las siguientes preguntas vitales: ¿Quién debe ser elegido? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Cuáles son las aptitudes, capacidades y cualidades que debe reunir para otorgarle la prerrogativa de juzgar a otro? Sin definir cuáles son las características y atributos de la persona que debe ocuparse de juzgar a otros no se resolverá la crisis de justicia en el país.
Visto el problema desde una perspectiva correcta, no se trata simplemente de elegir por voto ciudadano a los jueces, tampoco de removerlos porque “la justicia está muy lejos de las personas” (Norma Piña), mucho menos de modificar el sistema judicial para debilitar la independencia y autonomía de los jueces, magistrados y ministros para hacer depender su selección de influencias políticas de partido como afirmó el día de ayer en Madrid la fundación de derecha Iniciativa Democrática de España y la Américas (IDEA). No, no, el caso se reduce a una cuestión ética. No se confundan: es la Ética.
Lo que debemos desechar de antemano son los abundantes criterios burocráticos, simplistas y difícilmente justificables, que han salido a la luz pública y optar por una discusión más seria; sobran ejemplos de estas distorsiones que van desde la división de los cotos de poder entre los tres poderes, protección de la carrera judicial, concursos de oposición, que la antigüedad en el empleo hace justos a los jueces, etc., etc., todas ellas, visiones miopes, propias de la presbicia de los políticos de oposición y de algunos miembros del Poder Judicial. Julen Rementeria, por ejemplo, líder de la bancada del PAN en el Senado, considera que la propuesta no contiene elementos que permitan asegurar que la elección mediante el voto popular sea garantía suficiente para solucionar los problemas de corrupción, asegurar mayor independencia y autonomía de los jueces, acabar con la impunidad y acelerar los procesos en las resoluciones judiciales; no hay elementos, afirma, para asegurar que así sea.
Por otro lado, la ministra Loretta Ortiz Ahlf acusó a Morena, el partido que impulsa la reforma, de inconciencia al querer modificar el actual procedimiento para elegir a los juzgadores. En contra, afirmó que “Los jueces o magistrados no se hacen como si fuera una maseta (sic), no se cambian de un día o para otro, hay toda una vocación de vida, preparación, enseñanza, méritos” (Sin embargo, 30/06/24.). Palabras audaces y mera retórica. Según José Ortega y Gasset (Circunstancia y vocación. Obras completas. Revista de Occidente): la vocación es aquello que se tiene que ser, pues se halla en la zona más originaria y profunda de nuestro ser, de tal manera que excede el plano ético de la razón y la voluntad. No obstante, la vocación se erige en criterio moral y se demuestra con acciones moralmente buenas que contribuyen a realizar la propia vocación y mostrar lo que auténticamente somos, desafortunadamente, algo totalmente ajeno a nuestros actuales jueces y guardianes de la Constitución. Ahora bien, lo dicho por Ortega significa que el ser humano con vocación tiende a ser incorruptible y moralmente integro; entonces señora ministra ¿Por qué la corrupción del Poder Judicial si los jueces en México, según usted, son probos por vocación? ¿Por qué, entonces, la tendencia de los juzgadores a inclinarse por el más fuerte? ¿Por qué el uso de argumentos falaces para decidir un juicio? ¿Dónde está esa fuerza íntima de la vocación en los jueces actuales? ¿Las circunstancias? También para esta pregunta encontramos en Ortega una respuesta: la vocación y las circunstancias son los elementos primigenios en los que se funda la ética del servidor público y forman parte de los argumentos creadores de un juicio justo.
Lo contrario es lo que caracteriza a nuestra justicia como institución al centrar la solución de los casos en el uso de técnicas jurídicas y en una “filosofía de abogados”, es decir, reducir su responsabilidad a un asunto de leyes y no de derecho y justicia; ante el desafío de nombrar nuevos jueces es importante incorporar criterios más pragmáticos y más cercanos a los problemas de la Nación y del bienestar general, en los que los jueces sean guardianes de la equidad y de lo que es justo, de tal manera que resuelvan los casos desde una perspectiva ética y no obedezcan a una libre interpretación de la ley, es decir, en favor de la razón y de la justicia.
Aquí es donde cabe situar la vocación y la ética como condiciones previas para el buen desempeño de los miembros del Poder judicial. El comportamiento moral del juzgador tiene que ver con deliberaciones interiores del individuo de carácter ético y del ethos que se ha construido, pues ambas definen su código de conducta; así mismo, la moralidad de la persona no es una cuestión de preferencias subjetivas, tiene que ver con los programas neuronales que el sujeto ha hecho suyos y con los que ha construido su ethos, pues en tanto funcionario, sus decisiones las tomará no en el sentido de lo que es correcto para él, sino en el sentido de lo que es bueno para los demás.
La ética es la creación más asombrosa y original que los seres humanos hallamos construido, contiene en sí todas las opiniones sobre los actos y las cosas buenas y malas que los sujetos hacen a largo de su vida y, unida a la vocación, se convierte en el más eficaz remedio para la búsqueda de justicia pues se concreta en el principio de realidad, es decir, en una percepción sana y correcta con el mundo; de tal manera que cuando la fuerza del dinero, del poder económico y político destruyen el orbe ético y penetran el precario balance de lo que es justo, sólo un buen juez con vocación y enseñanzas de vida, puede hacer volver la justicia a su nivel correcto, lo que supone que el sujeto que juzga se ha construido previamente un ética que se concreta en actos de rectitud, integridad irreprochable y honestidad en lo que respecta a su deber y se mide por la bondad de sus acciones, porque estas son decididas por cuenta propia; esto es lo que se entiende por autonomía e independencia del juzgador y no otra cosa. Solo hay moral cuando se realizan actos en consideración al prójimo y son realizados por una voluntad libre no sometida a alguna moral jurídica preceptiva o a teorías éticas heterónomas de falsa validez universal; solo la moral del hombre libre ofrece confianza por su sinceridad.
De lo anterior se desprenden las siguientes preguntas: ¿Son motivos éticos los que impulsan a los jueces actuales a la realización de sus actos? ¿Fundan sus juicios en criterios morales o es la inmoralidad, vía corrupción, la que sirve de base a sus decisiones?
Desde esta perspectiva, me permito exponer un punto de vista sobre la elección de los jueces: Si en lo sucesivo se trata de evitar la corrupción del Poder Judicial y restaurar la moral pública, al escogerlos, hay que eliminar los actuales vicios del Poder Judicial y ofrecer a los electores candidatos que ofrezcan los mayores estándares éticos y morales.
Algunas consideraciones finales: Primero ¿Quiénes no debieran presentar su candidatura? Los abogados de conducta dudosa, quienes hayan litigado en contra de los derechos de la nación, los que sirven de instrumento al poder político y a los delincuentes de cuello blanco y criminales para escapar de la justicia, a quienes enviaron o fungieron como cabilderos para hacer fracasar las reformas enviadas al Legislativo y a los que están al servicio de intereses extranjeros o de las élites empresariales.
Segundo, no proponer a ninguno por méritos curriculares o por los puestos que ha ocupado. En rigor, somos nuestra biografía, ella es la única capaz revelar lo que realmente somos; por consecuencia, en la búsqueda de justicia, solo podrán ser electos quienes actúan como dicen pensar, los que practican lo que enseñan, los que han eliminado la corrupción de sus vidas, que no atienden los intereses de los poderosos, que con sus acciones han protegido a la comunidad, que consideran que la inequidad y la parcialidad van contra las causas justas y que las mejores soluciones a los problemas humanos es asumir una ética que se eleve por encima del bien y del mal y juzgue una moral libre de ataduras ni aquellos que dicen estar haciendo una cosa y practican la contraria y que se comprometan a vivir bajo la mirada del pueblo y ser juzgados por él.
Tercero, si consideramos que quienes nos elevan por encima de las pasiones humanas y nos separan del mundo animal son los hombres sabios, a veces simples ciudadanos o filósofos y pensadores que aprendieron a vivir según lo que pregonaban; me permito hacer la siguiente sugerencia: que con estas personalidades se cree un Comité de Ética al que se dirija la lista de los posibles candidatos y ellos decidan quienes por su trayectoria y biografía son elegibles por votación directa popular.